Se le agradece a la
señorita Silvina Macías por sus aportes en esta historia, ya que fue ideada
junto a ella
hace casi diez años.
Entre
las innumerables historias que los viejos timberos saben contar en las esquinas
sanjuaninas, resalta una que es, lejos, la más llamativa: la del hombre más ancho de un lado.
Música para ambientar:
Existen muchas versiones de esta
historia, incluso anda dando vueltas una en inglés, pero a esa no hay que darle
mucha importancia porque no sería otra cosa que un trabajo práctico de algún
colegio bilingüe.
Lo cierto es que la mayoría de los
relatos a los que me refiero concuerdan en lo mismo: que existía un hombre cuyo
lado izquierdo era tres (algunas versiones hablan de 5) veces más ancho que su
lado derecho. Es decir, que era más ancho de un lado.
Las peripecias del destino y las
vueltas burocráticas que sufren las historias y leyendas cuando se pasan de
cultura en cultura han imposibilitado que el nombre de este fulano y hasta una
fecha aproximada de su existencia lleguen a nuestros tiempos.
Y a riesgo de caer en un error
impresionante, le llamaremos Edgardo, nombre que a muchos les cae bien, aunque
personalmente hubiese preferido Juan, o Carlos.
Este individuo, Edgardo, sufría de
un mal que pocas veces se vio en la historia, y que le valió, me imagino, una
interminable lista de apodos y sobrenombres (entre las diversas versiones
circulan, por lo bajo, "el siamés mal terminado", "pelota con
teta", "dos en uno", "hombre en perspectiva" y
"Chicho", entre otros).
A su imposibilidad para vestir ropa
común (del lado derecho usaba camisas talla M; mientras que en el izquierdo
vestía prendas cuya talla oscilaba entre XL y XXL, cosidas en el medio) se le
sumaba el horror que causaba en las chicas al posar desnudo para ellas en el
lecho: imaginen el diámetro de su ombligo. Toda una barbaridad.
Para colmo, su estómago (que como
todos sabemos, se encuentra en el lado izquierdo) provocaba que el tipo
consumiera tres veces más comida que la que algunas partes de su cuerpo (como
el hígado o algunos tramos de sus intestinos) podían soportar.
Se dice que era posible ver cómo se
hinchaba de un lado, y algunos duchos calculaban cuánto faltaba para que
Edgardo terminara de hacer la digestión y evacuara. Hasta se llegó a apostar,
dicen las malas lenguas.
Otra complicación similar ocurría
cuando jugaba al Truco, pues se le imposibilitaba ser discreto cuando le tocaba
el siete de oro o la hembra. Un bajón.
Fumaba sólo en pipa (del lado
derecho) y tiraba los centros con la zurda; cacheteaba a las viejas con la
derecha, para evitar machucones delatores, y evitaba subirse al caballo con el
pie izquierdo. Nunca pudo jugar bien a la soga, y hay algunos que dicen que
abusaba del embrague.
Pero evidentemente nada de esto
podría decirse sin una fuente que lo certifique. Severino Balmundio, en su
libro "Tratado sobre las desigualdades", asegura haber encontrado un
ataúd cuyo lado izquierdo es más ancho que del lado derecho, pero los dichos de
este autor bien pueden pasar por una vil mentira, pues asegura no tener
constancia del cementerio donde vio tal féretro.
Seguiremos mientras tanto con la
eterna duda: ¿vivió o no, Eddy? Hasta entonces será conocido como El Hombre más ancho de un lado...
El hombre más ancho de un lado usaría calzas? Te dejo con esa incógnita que seguramente no te dejará dormir!
ResponderEliminarNo sé si las haya usado, o si siquiera existían cuando él vivió, pero de una cosa estoy seguro: debe haberse visto moooy homosexual. Quizás lo era. Andá a saber.
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